Ahora para Día de Muertos. Vayan adelantando

encargándole a Don Chon el del panteón, que vaya lavando

las lozas de cantera rosa y negras. Que descombre la hierba alrededor.

Que limpie las piletas cuadradas de mosaico a los lados del frente.

Para que el aroma del Cempasúchil llegue al fondo más fresco.

De seguro que a los abuelos les va a encantar. Lleven la guitarra.

Claro, esa noche Dios le presta oídos a los abuelos y hermanos.

Laven las mantillas bordadas de Doña Sofía, la señora que inyecta

y trajo a muchos de nosotros ayudándole a nuestras madres como

la mejor partera de los alrededores. Encárguenle el pan a Don Felipe.

Ya saben que ninguno lo hace como él. Compórtense. Canten, rían

y brinden. Si, si. Pero sin hacer escándalo. Asegúrense de no permitir

armas de fuego. Acuérdense del año pasado, cuando el muchacho de

Don Toribio, el dueño del cañaveral. Que se puso tan ebrio y triste

por la muerte de su papá…que sacó la pistola y quiso matar a la luna

con las seis balas en el barril…y terminó matando un pobre becerro

de Don Chayo el carnicero. El desorden que se hizo. Tuvieron que

atar al muchacho al árbol de la entrada al camposanto para que

sus hermanos fueran por él. Y para seguir conviviendo en buena paz.

Como debe ser. Si, una cosa es llorar por tus seres queridos en su día

especial, y otra es no controlarse y acudir al desmán y desorden.

Que todos tengamos una linda noche recordando a nuestros seres

queridos. Que convivan la risa y el llanto, más también la paz y

harmonía.

EO

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