El telegrama ( Guadalajara circa 1960 ).

Ó, el giro. Eran entregados a tu casa por el empleado postal, en

su bicicleta. Guadalajara era entonces…un pueblo grande.

Como lo platica su canción, Guadalajara Guadalajara/ tienes

el corazón del tamaño de un jarrito …creo que no va así.

Luego me vayan a demandar por escribir lo que no. Y llegaba el

hombre en su bicicleta anunciando el telegrama ó el giro…

Uy…! Olvídate! Era la misma Alegría llegando en alas a tu casa.

Piii…piii…piii…era el sonido del silbato del hombre. Dulce pitido.

Corríamos a la puerta a recibirlo. Era el mismo gusto

y alegría cuando llegaba una carta.

– Ojalá se encuentren bien.

Nos escribía mi papá.

Y cuando llegaba un “ giro “, tomábamos el camion para ir a telégrafos

a cambiarlo. En diez minutos ya teníamos los centavos en la mano.

El teléfono era sólo accesible a la familia que podía pagarlo.

En la cuadra de mi barrio, no había ninguno. Mi tío Alberto, quien

era doctor, tenía una buena posición económica, pues tenía su

teléfono por su trabajo. Vivía a espaldas. Y no nos iba iba a gritar:

– Les llama Alfredo! ( mi papá ).

Carta que nos llegaba de él, carta que leíamos diez veces. De puro

gusto. La bicicleta fue el medio de transporte mágico que conocí a

esa edad. La bicicleta la usaba el sereno en su ronda por el barrio.

Quien se comunicaba con su colega a través de su silbato.

Era un…piiiiii….piiiii….dulce…suave…como que el sereno se decía:

– No le des mucho aire…hazlo suavemente. El vecindario está

durmiendo. Y así era. Me despertaba oyéndolo a lo lejos, por breves

cinco segundos. Lo oía como un pajarito a media noche. No me

molestaba. Y cuando tuve la fortuna de tener mi propia bicicleta, que

me regaló mi primo Juan…fui el niño más feliz del mundo.

Iba venía por todos lados a mi antojo. En ella me iba a la secundaria

a los once años, repartía medicina también…hacía mandados…

ah, pero estaba diciéndote acerca del empleado postal quien

nos daba la gran sorpresa con el giro ó el telegrama. Si.

Fue mágico.

EO

No podría ser mejor.

Aún…veo, discrimino lo que toco…

oigo…el canto del grillo, el ulular de la lechuza, el aullido del

lobo…el dulce sonido de la lluvia y de la hojarasca arrastrándose

junto al árbol. Aquí nó más a dos metros de distancia de mi

ventana. Disfruto el sabor a tierra del agua del cántaro con mi jarro.

El café por la mañana acompañando un trozo de chorizo con una

tortilla. El movimiento de mis nueve articulaciones, creo que son

cuatro, pero voy a agregar cinco más. Total. Oye; el movimiento de

mis delicados dedos al rasgar las cuerdas de mi pobre guitarra.

Lo hago con mucho amor…más no soy lo suficientemente apto

para acariciarla. Seré burdo en mi forma de hacerlo.

Mas siento que le gusta acompañar mi voz al momento de cantar

una canción. Que cada vez que lo hago lo hago de corazón.

En fin. Tantas cosas. Que más…oigo, veo, me muevo, cocino…

arreglo cosas…usando martillos, desarmadores,

cinceles, pinzas, serrucho, cinta métrica y hasta Inglesa…camino

a mi hermoso perro, juego con él…me besa…se echa sobre mi pecho

para acariciarlo…ayudo a mi vecina…todo es lindo y maravilloso.

Y todo podría igualmente terminar en cualquier momento.

EO

La Vida y la Muerte.

– Hermana, cómo te ha ido?

– Bien, hermana.

– Que me cuentas?

– Lo de diario.

– Hoy asistí a un millón de mujeres dando a luz. Y tú?

– Hoy enterré a un millón por aquí y otro millón por allá. Lo normal.

– Me encanta la risa del niño recién nacido.

– A mi la mueca del recién muerto.

– Ay, hermana. Que cosas dices.

– Qué otra cosa podría decirte?

– Ya desayunaste, hermana?

– No, aun no.

– No te gustaría compartir una tira de pan conmigo?

– Si, si me gustaría.

– Que te parece si vamos al cementerio. Así vemos a los que

entierran, y vemos a los que los acompañan en su último

adiós.

– Hermana, me parece una muy buena idea.

– Nos vemos a…las once?

– Nos vemos a las once.

EO

En mi buhardilla.

La vida es muy sencilla. Disfrutando de todo noche y día.

Eso es, de la ausencia de lo innecesario y gozando, de la abundancia de

lo indispensable. Cuatro ventanas, que llenan la casita toda de aire

fresco. Un refrigerador con lo básico para mantenerme vivo.

Con huevos…mantequilla…una olla con frijoles…un trozo de tocino…

un jitomate, una cebolla y unos chiles Habaneros.

Un colchón en el piso. Cómplice de cada una de mis aventuras.

Con Juana…Rosa…Marcela…María…la de las caderas frías, que

convertí en fuego con mis caricias. Ah…Teresa…la de piel tersa…

Juana y sus callos que dejaron surcos en mi espalda….que adoro.

Negro, mi perro y Speedy mi gato. Que me acompañan a toda hora.

El cántaro siempre al tope con agua fresca. Mi jarro.

Dos platos. Una cazuela. Una cafetera para hervir agua.

Una botella de aceite de olivo. Un árbol aquí nó más a tres metros

de la puerta. Al pie del cual me siento en días calurosos.

Mi cajón de pino listo. Por la puerta de atrás. Para cuando se

llegue el momento. Todo está perfectamente arreglado.,

Todo está en su sitio en mi buhardilla.

EO

La capirotada.

Guadalajara ( circa 1950 ). Guadalupe preparaba una

exquisita capirotada. Los ingredientes eran: piloncillo, canela,

cacahuates, pasas, pan, por supuesto. Y tortillas.

Ah, y todo se preparaba en una cazuela de barro ancha.

Del diámetro del hambre. Las parades de la cazuela, se cubrían

con las tortillas, y las rajas de pan, se acomodaban circularmente.

Se le agregaba enseguida, lo de arriba. Por aquí y por allá.

Creo que llevaba algo de leche, también. Y todo se cocinaba lentamente

hasta que llegaba al punto deseado. Ah, era riquísima. La comíamos

con un vaso de leche, o una taza de café. A veces nos levantamos a

medianoche para despacharnos el resto de esa deliciosa capirotada.

Si, en estos días de Cuaresma. Guadalupe cocinaba bien rico.

Preparaba también unas tortitas de calabaza con queso.

Enchiladas…ay. Una vez me comí diez. Ya saben como se preparan.

Con su queso, cebolla, lechuga o repollo y el toque principal: la salsa.

Guadalupe también nos preparaba agua fresca de lechuga.

Desde que la conocí en Mazatlán, en 1958.

Y que les puedo decir de esos deliciosos pargos que cenamos

cada noche en Mazatlán, cómo ya se los he platicado.

Guadalupe hacía saber un huevo estrellado el mejor platillo

del mundo. Recuerdo que lo adornaba con unas rodajas de

jitomate Roma. Tuve la mejor cocinera y madre putativa del

planeta. Dios la bendiga.

EO

I love.

Looking at you, resting on my shoulder at the

light of the candlelight on the small night table.

Breathing slowly and gently. As a dove in my hands.

I’m a little god holding the light of my life looking at your eyes.

Closed for now, behind your sweet eyelids. Presto to be tomorrow

all open as the doors to Heaven right before my own eyes.

Sweet love. Rest assured not even the sound of the cockroach

will disturb your sleep. Only the sound of the cricket my brother and

the owl’s hooting calling your sweet name. Sleep, sweet love.

I won’t move myself an inch my arm from you. Lest you awake.

Sleep. Sleep. I will blow off the candle with a strong puff.

Sleep, sweet love.

EO

Guadalajara ( circa 1960 ).

Prado 569 era nuestra dirección. Entre Mexicatlxingo y Vidrio.

A una cuadra de Montenegro. Otra de Avenida Tolsá.

Una cuadra de Faustino Ceballos. Seis de La Lafayette.

La avenida más linda de Guadalajara. Con cien fuentes en

medio de su calle…y mil jacarandas frondosas a los lados. Imagínate.

Eso lo viví en mi infancia. Allí nos llevaban mi papá y Guadalupe a

correr y jugar los domingos. Los otros días jugábamos en la cuadra

del barrio. Todas las noches. Jugamos todo juego que implicaba a

todos participar. Todo el tiempo estábamos en movimiento.

Corriendo…alcanzándonos…brincando sobre nuestras espaldas…

no recuerdo el nombre de ese juego…” uno, tú Tío Bruno…dos…

patada y cos…tres…desde aquí otra vez…cuatro…te pinto tu lindo

retrato….cinco, desde aquí te brinco…seis, desde aquí otra vez…

Jugamos, “ Stop “. Saltamos la cuerda. Jugamos…” Chivo caliente y

gordo…” cuando nos cortaban la luz por exceso de pago y recurrimos

a velas para remediar el problema. Friendo los frijoles a la luz de ellas

en la cocina y luego transportándolas al comedor para cenar.

Y jugamos a las “ Escondidas “, a oscuras, buscándonos

unos a otros esperando no encontrarnos para extender aún más

el placer del juego. Y después de todo lo de arriba, pues nos rendía

el cansancio y nos retirábamos a dormir. Uy! Bien avanzada la noche.

A eso de las 9:00 PM.

Éramos…Luis Antonio, Javier, mis hermanas putativas Teresa y

Delia, y más tarde a eso de las 10:00 PM llegaban a casa Ricardo

y Chico a dormir.

Para esa hora la calle estaba más sola que el pavimento que

la cubría. Salvo que para esa hora, comenzaba su trabajo el

Centinela del barrio. Un señor que en su bicicleta mantenía

su vigilancia del barrio montado en su bicicleta.

Esos vigilantes se hacían saber el uno del otro y sus contingencias

con un silbato que tenía un sonido muy dulce.

Era el sonido de un colega haciéndole saber al otro que todo

estaba en paz. Y de esa forma fueron mil y unas noches más

en la casa de Prado 569 a una cuadra de Faustino Ceballos,

otra cuadra de Avenida Tolsá…y a un milímetro de la calle de

mi corazón.

EO