Los de mi primaria, los que con más cariño recuerdo.
Desde el primero al sexto año. La de primer año.
Quien me enseñó el abecedario. La formación de las
sílabas y los diptongos. Por ende, el significado de las palabras.
La formación de oraciones en correcta sintaxis y ortografía.
La de segundo, quien a pesar de sus ejercicios de caligrafía…
pobrecita, jamás logró su cometido. Más a pesar de ello, mis
palabras siguieron siendo valiosas, como perlas. Gracias a ella.
El maestro de tercero, quien me enseñó a escribir con el canutero.
Me encantaba la tinta color verde. Como el verde de las palmeras
de Mazatlán en 1958. La de cuarto, ah…me quise casar con ella…
pero nunca supe cómo decírselo. Su caminar mecía mi mirada…
de lado a lado y de arriba abajo de ella…hasta la punta de los tacones
de sus zapatos. La de quinto, esa me no me gustó. Tenía un carácter
irascible y era impredecible. Arrojaba nuestros cuadernos que no
tenían escrito nuestro nombre al piso, y uno al reconocerlo, tenía
que ir a recogerlo y de paso oírla balbucear insultos hirientes…
Ojalá esté todavía pudriéndose en el infierno la infeliz inmunda.
Y la de sexto. Dulce, amable, jamás nos alzó la voz a ninguno.
Tenía un porte digno, gravedad en su comportamiento y una
sonrisa sincera y amable.
A mis maestros, gracias mil por haberme cuidado y educado.
EO
Qué lindos recuerdos nos compartes de tus maestros, tío! Muy buena influencia que fueron en su momento para ti en la tierna infancia… para muestra bastan tus escritos puntuales, impecables… Y sí… A esa maestra regañona y pegalona, que se vaya al túnel de la indiferencia… Qué lástima por esos maestros que prefieren no controlar su temperamento y anteponen el orgullo sin saber que los niños realmente son páginas en blanco… Qué tremenda responsabilidad tienen los maestros… Hoy y siempre.
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Sobrina, eres Tita o Rocio?
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Soy Tita 🙂
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